El tembladeral del grisáceo centelleo de una corriente, precipitándose hacia el cielo, con sus vapores de despojo, inmaterializándose, junto con las piedras que emergían del agua celestial, y recorren las masas de humo espacial, los alrededores de las inmóviles y nefastas rocas, que impregna el líquido lúcido a las mismas.
Los peces con forma de nubes estepósas se difuminan por la corriente, llegando a lo alto, ven los astros inmensos, compuestos, de colores parpadeantes y fallecidos, de fríos tenues y calientes abrazadores, con un estricto y riguroso alrededor estelar, y acallado por el gorgoteo inminente del animal del sol terrestre, rey oceánico, con castillos en el espacio y en otras galaxias... Y fuera del limite burbujeante que es el amplio e inconquistable, e inexplorado universo de colores infinitamente azulados por aguas que rodean el limite impenetrable.
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